"Introyecto", Quino.
La vida nos presenta diariamente la oportunidad de “tener razón”, de dar de comer a nuestra necesidad egóica de decir “yo lo sabía”, “yo te había dicho”, “eso no está bien”, “como puedes hacer tal cosa?”, etc.
Juzgar es un vicio humano,
compulsivo, que como una droga afloja momentáneamente nuestros miedos y relaja la musculatura.
En estos momentos clave, en
estos segundos suspensos en que nuestro ego demanda un manjar de los dioses que
clama merecer, en estos instantes podemos (cómo no?) , elegir.
Elegir no mirar el mundo desde nuestras
carencias, introyectos y proyecciones,
elegir la simplicidad del entendimiento de que somos igual al otro, somos el otro, nada nos
separa, nos distingue. Somos espejos.
Dejemos los juicios para los Dioses, caso existan y caso
juzguen. Para vivir aquí “abajo” hace falta el darse cuenta - individual y colectivo - de que todos somos UNO y que al juzgar el otro estamos, invariablemente,
en un proceso de auto-juicio y así, negándonos Amor.
Lia Ferreira
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